En el desarrollo de la emergencia sanitaria a causa del Coronavirus, la enseñanza en todo el país ha modificado su metodología de manera presencial a virtual, lo que ha significado una dificultad para los aprendizajes en escolaridad regular. Sin embargo, un desafío mayor es otorgar atención educativa a alumnos con necesidades educativas especiales.
Es la historia de Marcela Arancibia González, profesora de Lenguaje del Colegio para ciegos y baja visión Luis Braille, único establecimiento de la zona norte del país especializado en la materia, perteneciente a la Corporación Municipal Gabriel González Videla de La Serena. Durante la pandemia, la profesional ha debido lidiar con la enseñanza a distancia y sus inconvenientes, principalmente, relacionados con la conectividad y su discapacidad producto de una enfermedad genética y progresiva, llamada Retinosis Pigmentosa, además, de otras complicaciones en su visión.
Marcela ejerce hace más de 10 años la docencia y ha contribuido con sus conocimientos en distintas modalidades de educación. Pero, principalmente, lo ha hecho para niños y niñas con necesidades educativas especiales, ejerciendo su función como educadora en el Colegio Luis Braille y, en comisión de servicio, como apoyo pedagógico en el equipo del Programa de Integración Escolar del Liceo Gregorio Cordovez.
No obstante, en este nuevo escenario, la docente se ha tenido que adecuar en cuanto al desempeño de sus funciones, generando sus propias estrategias y herramientas para continuar el proceso educativo de sus alumnos, lo cual ha sido valorado por las familias de los estudiantes, quienes viven en distintos sectores y localidades de la Región de Coquimbo.
La educadora sostiene que el apoyo profesional docente es primordial para padres que tengan hijos con esta condición. Por tanto, en tiempos de pandemia, Marcela se la juega por sus estudiantes y, en recompensa, las familias valoran la preocupación y apoyo pedagógico de parte de la maestra. “La autonomía y la responsabilidad son valores que aprendí y los hice carne, ya que la idea es ganarse las cosas no por ser ciego, si no por tu esfuerzo personal. Son valores que enseño a mis alumnos y, también, a mi hijo Alejandro de 8 años de edad, quien no tiene discapacidad, pero entiende muy bien la condición de su madre”.
“Antes de la pandemia, mis clases las preparaba gracias a que tengo todo el material de estudio digitalizado; libros en PDF, realizo guías, las que envío antes a la secretaria del establecimiento por cualquier error o corrección de la letra. Mis alumnos y yo padecemos distintos tipos de complicaciones oftalmológicas y diagnósticos. Por ejemplo, hay chicos que son ciegos y necesitan trabajar en sistema Braille o con el computador. Existe otro grupo de alumnos con muy baja visión y no logran leer el texto impreso, entonces necesitan trabajar en computador, pero con otro fondo y la letra ampliada. Hay otros que tienen ceguera nocturna, pero en el día no tienen problemas. A todo ese contexto te vas adaptando y es, además, un trabajo colaborativo con la docente encargada de la eficiencia visual. Así vamos trabajando el día a día; mezclando el contenido y la parte humana y social, lo que motiva mucho más a mis estudiantes”, declaró la docente.
En este contexto de emergencia sanitaria, Marcela relató que ha sido muy difícil, ya que el trabajo en aula es casi personalizado con cada alumno y alumna. “Trabajamos con el estudiante ciego o baja visión casi mano sobre mano, indicándole dónde tiene que leer. Por tanto, buscamos la manera de reestructurar las clases, por lo cual solicité autorización de la directora para enviar un documento a los apoderados y un video a los niños. Creamos un grupo de WhatsApp y empezamos, primero, a hacer clases, a través de videollamada. Como son solo ocho alumnos por sala, es más práctico.
Posteriormente, iniciamos clases por meet google. Yo tenía el libro en mi computador y los estudiantes tenían el texto en macro tipo, que es la letra más grande y otros que alcanzan a leer con letra normal. Y en el caso de Evelyn, alumna proveniente de La Tranquita, localidad ubicada al interior de la comuna de Monte Patria, por falta de conectividad, enviamos material en Braille hasta su casa”.
La docente revela que ha tenido que buscar distintas redes de apoyo, con el propósito de llegar a todos sus estudiantes, porque ya es complejo hacer clases a distancia para alumnos de educación regular, más complicado es apoyar en los aprendizajes a estudiantes ciegos o con baja visión. Por tal motivo, como educadora, ella se esfuerza el doble.
En ese sentido, la directora del Colegio Luis Braille, María Soledad Hernández, entrega todo su respaldo a la labor de la docente y de sus colegas, quienes, sin previo aviso, a causa de la pandemia, tuvieron que adaptar sus contenidos y planes de estudio, para realizar clases de manera virtual. “Los docentes utilizaron las herramientas tecnológicas que tenían a mano y con creatividad lograron llegar hasta los hogares de cada uno de nuestros estudiantes. Para nuestra comunidad educativa implica un doble desafío, ya que el niño ciego o con baja visión aprende de manera concreta, se necesita de un contacto físico. No obstante, como es el caso de la profesora Marcela, quien ha ido desarrollando sus clases con entusiasmo, ha logrado positivos resultados, basta con preguntar a sus alumnos y apoderados, consecuencia, además, del apoyo que siempre nos ha otorgado la Corporación Municipal, a través de capacitación y herramientas tiflotécnicas que ella requiere”, señaló.
Yasna Gallardo, apoderada del Colegio Luis Braille, es testigo del trabajo pedagógico y de contención emocional que realiza la profesora con sus alumnos y, particularmente, con su hija Emily. “Tengo que agradecer bastante a la profesora Marcela porque sus clases online son muy amenas y entretenidas, mi hija la pasa muy bien, nunca quiere que se terminen”, comentó.
Por su parte, la pequeña Emily, quien cursa quinto año básico, le fascina conectarse a aula virtual para aprender. “Cuando ingreso a las clases, es divertido, me relajo, pero cuando terminan, me aburro, a veces juego o se me ocurren otras cosas. La profesora Marcela nos enseña a leer, a buscar libros, nos entretenemos y nos ayuda con nuestras tareas”, expresó.
Historia de una guerrera
Marcela estudió desde los cuatro hasta los diez años de edad en el Colegio Luis Braille, establecimiento que influyó notablemente en su formación. Luego ingresó a completar sus estudios de educación básica en el colegio, también municipal, Arturo Prat y posteriormente, su enseñanza media la realizó en el Liceo Diego Portales de Coquimbo, para decidirse por la Pedagogía en Castellano y Filosofía, egresando el año 2006 de la Universidad de La Serena. Su abuela paterna fue un pilar fundamental en sus logros personales y académicos, instándola a conseguir sus propósitos.
“Soy la hermana mayor, única mujer de cuatro hermanos y quien, por herencia genética, tengo esta enfermedad que es lenta pero progresiva, que consiste en una degeneración de la retina, además de otras complicaciones a la visión, pero que, con los cuidados adecuados puedes lograr tener un remanente de visión hasta los 80 años. Sin embargo, nunca fui tratada de manera diferente y siempre pensé que llegaría primero antes que todos. Mi abuela paterna me dio esa fuerza”, expresó la docente de 36 años.
“En la época universitaria, ingresé por medio de una solicitud especial. En esos tiempos, no existía apoyo para las personas con discapacidad. Por tanto, tuve que acercarme a mis profesores, comentarles sobre mi situación y buscar las estrategias para estudiar y ser evaluada. En este recorrido, ha sido lindo darse cuenta que puedes hacer todo, teniendo una buena base y eso proviene del Colegio Luis Braille. Allí me enseñaron las cosas que algunos papás, por temor, no enseñan a sus hijos e hijas con necesidades educativas especiales”, precisó.
“A pesar de los avances en materia de no discriminación y en mi caso particular, donde he logrado concretar mis proyectos, tanto personales como laborales, aún falta más cultura y quitar las barreras como sociedad. Finalmente, somos nosotros mismos, las personas con discapacidad, las encargadas de demostrar al resto que sí somos capaces y, en este nuevo contexto de emergencia sanitaria, se ha hecho más difícil”, reconoció la educadora.
Es la historia de Marcela Arancibia González, profesora de Lenguaje del Colegio para ciegos y baja visión Luis Braille, único establecimiento de la zona norte del país especializado en la materia, perteneciente a la Corporación Municipal Gabriel González Videla de La Serena. Durante la pandemia, la profesional ha debido lidiar con la enseñanza a distancia y sus inconvenientes, principalmente, relacionados con la conectividad y su discapacidad producto de una enfermedad genética y progresiva, llamada Retinosis Pigmentosa, además, de otras complicaciones en su visión.
Marcela ejerce hace más de 10 años la docencia y ha contribuido con sus conocimientos en distintas modalidades de educación. Pero, principalmente, lo ha hecho para niños y niñas con necesidades educativas especiales, ejerciendo su función como educadora en el Colegio Luis Braille y, en comisión de servicio, como apoyo pedagógico en el equipo del Programa de Integración Escolar del Liceo Gregorio Cordovez.
No obstante, en este nuevo escenario, la docente se ha tenido que adecuar en cuanto al desempeño de sus funciones, generando sus propias estrategias y herramientas para continuar el proceso educativo de sus alumnos, lo cual ha sido valorado por las familias de los estudiantes, quienes viven en distintos sectores y localidades de la Región de Coquimbo.
La educadora sostiene que el apoyo profesional docente es primordial para padres que tengan hijos con esta condición. Por tanto, en tiempos de pandemia, Marcela se la juega por sus estudiantes y, en recompensa, las familias valoran la preocupación y apoyo pedagógico de parte de la maestra. “La autonomía y la responsabilidad son valores que aprendí y los hice carne, ya que la idea es ganarse las cosas no por ser ciego, si no por tu esfuerzo personal. Son valores que enseño a mis alumnos y, también, a mi hijo Alejandro de 8 años de edad, quien no tiene discapacidad, pero entiende muy bien la condición de su madre”.
“Antes de la pandemia, mis clases las preparaba gracias a que tengo todo el material de estudio digitalizado; libros en PDF, realizo guías, las que envío antes a la secretaria del establecimiento por cualquier error o corrección de la letra. Mis alumnos y yo padecemos distintos tipos de complicaciones oftalmológicas y diagnósticos. Por ejemplo, hay chicos que son ciegos y necesitan trabajar en sistema Braille o con el computador. Existe otro grupo de alumnos con muy baja visión y no logran leer el texto impreso, entonces necesitan trabajar en computador, pero con otro fondo y la letra ampliada. Hay otros que tienen ceguera nocturna, pero en el día no tienen problemas. A todo ese contexto te vas adaptando y es, además, un trabajo colaborativo con la docente encargada de la eficiencia visual. Así vamos trabajando el día a día; mezclando el contenido y la parte humana y social, lo que motiva mucho más a mis estudiantes”, declaró la docente.
En este contexto de emergencia sanitaria, Marcela relató que ha sido muy difícil, ya que el trabajo en aula es casi personalizado con cada alumno y alumna. “Trabajamos con el estudiante ciego o baja visión casi mano sobre mano, indicándole dónde tiene que leer. Por tanto, buscamos la manera de reestructurar las clases, por lo cual solicité autorización de la directora para enviar un documento a los apoderados y un video a los niños. Creamos un grupo de WhatsApp y empezamos, primero, a hacer clases, a través de videollamada. Como son solo ocho alumnos por sala, es más práctico.
Posteriormente, iniciamos clases por meet google. Yo tenía el libro en mi computador y los estudiantes tenían el texto en macro tipo, que es la letra más grande y otros que alcanzan a leer con letra normal. Y en el caso de Evelyn, alumna proveniente de La Tranquita, localidad ubicada al interior de la comuna de Monte Patria, por falta de conectividad, enviamos material en Braille hasta su casa”.
La docente revela que ha tenido que buscar distintas redes de apoyo, con el propósito de llegar a todos sus estudiantes, porque ya es complejo hacer clases a distancia para alumnos de educación regular, más complicado es apoyar en los aprendizajes a estudiantes ciegos o con baja visión. Por tal motivo, como educadora, ella se esfuerza el doble.
En ese sentido, la directora del Colegio Luis Braille, María Soledad Hernández, entrega todo su respaldo a la labor de la docente y de sus colegas, quienes, sin previo aviso, a causa de la pandemia, tuvieron que adaptar sus contenidos y planes de estudio, para realizar clases de manera virtual. “Los docentes utilizaron las herramientas tecnológicas que tenían a mano y con creatividad lograron llegar hasta los hogares de cada uno de nuestros estudiantes. Para nuestra comunidad educativa implica un doble desafío, ya que el niño ciego o con baja visión aprende de manera concreta, se necesita de un contacto físico. No obstante, como es el caso de la profesora Marcela, quien ha ido desarrollando sus clases con entusiasmo, ha logrado positivos resultados, basta con preguntar a sus alumnos y apoderados, consecuencia, además, del apoyo que siempre nos ha otorgado la Corporación Municipal, a través de capacitación y herramientas tiflotécnicas que ella requiere”, señaló.
Yasna Gallardo, apoderada del Colegio Luis Braille, es testigo del trabajo pedagógico y de contención emocional que realiza la profesora con sus alumnos y, particularmente, con su hija Emily. “Tengo que agradecer bastante a la profesora Marcela porque sus clases online son muy amenas y entretenidas, mi hija la pasa muy bien, nunca quiere que se terminen”, comentó.
Por su parte, la pequeña Emily, quien cursa quinto año básico, le fascina conectarse a aula virtual para aprender. “Cuando ingreso a las clases, es divertido, me relajo, pero cuando terminan, me aburro, a veces juego o se me ocurren otras cosas. La profesora Marcela nos enseña a leer, a buscar libros, nos entretenemos y nos ayuda con nuestras tareas”, expresó.
Historia de una guerrera
Marcela estudió desde los cuatro hasta los diez años de edad en el Colegio Luis Braille, establecimiento que influyó notablemente en su formación. Luego ingresó a completar sus estudios de educación básica en el colegio, también municipal, Arturo Prat y posteriormente, su enseñanza media la realizó en el Liceo Diego Portales de Coquimbo, para decidirse por la Pedagogía en Castellano y Filosofía, egresando el año 2006 de la Universidad de La Serena. Su abuela paterna fue un pilar fundamental en sus logros personales y académicos, instándola a conseguir sus propósitos.
“Soy la hermana mayor, única mujer de cuatro hermanos y quien, por herencia genética, tengo esta enfermedad que es lenta pero progresiva, que consiste en una degeneración de la retina, además de otras complicaciones a la visión, pero que, con los cuidados adecuados puedes lograr tener un remanente de visión hasta los 80 años. Sin embargo, nunca fui tratada de manera diferente y siempre pensé que llegaría primero antes que todos. Mi abuela paterna me dio esa fuerza”, expresó la docente de 36 años.
“En la época universitaria, ingresé por medio de una solicitud especial. En esos tiempos, no existía apoyo para las personas con discapacidad. Por tanto, tuve que acercarme a mis profesores, comentarles sobre mi situación y buscar las estrategias para estudiar y ser evaluada. En este recorrido, ha sido lindo darse cuenta que puedes hacer todo, teniendo una buena base y eso proviene del Colegio Luis Braille. Allí me enseñaron las cosas que algunos papás, por temor, no enseñan a sus hijos e hijas con necesidades educativas especiales”, precisó.
“A pesar de los avances en materia de no discriminación y en mi caso particular, donde he logrado concretar mis proyectos, tanto personales como laborales, aún falta más cultura y quitar las barreras como sociedad. Finalmente, somos nosotros mismos, las personas con discapacidad, las encargadas de demostrar al resto que sí somos capaces y, en este nuevo contexto de emergencia sanitaria, se ha hecho más difícil”, reconoció la educadora.
